domingo
momento estelar
Poeta de una sola noche. Los dedos enmudecen. El pánico se paraliza en la punta de cada uno de ellos ante la oscuridad que surge de una hoja blanca, desafiante. Las notas no suenan y las aguas termales no van a ser milagrosas por segunda vez en tan poco tiempo. Del sombrero ya no surgen ni conejos ni palomas y el corrido tupido velo no oculta los pecados pasados. Ni siquiera es capaz de aullar después de asesinar a César. Los relojes aceleran, tanta sangre para nada, y el telegrama ha quedado cubierto de polvo. Mientras el espacio se reduce, América está más cerca, sus movimientos cada vez son más torpes, las píldoras rosas son inefectivas y la cucaracha ha escapado. La amante nerviosa, marsellesa, lastimosa no puede más, también abandona. Repara en la portada de un disco y los desfilantes lobos que hay ilustrados recobran vida para burlarse de él. Una locomotora destroza la puerta que se halla en su camino y hace añicos la ventana para continuar por la senda. Ya nada cubre su intimidad, se siente traicionado por sí mismo. Desnudo, no hay muralla para semejantes cañones. Maldito poema, por qué no lo fusiló. Con tanto dolor no puede. Jamás debería haber escrito la oda que le encumbró. Primero la fiebre del oro, el pseudónimo fue anónimo, luego infinita insatisfacción y ahora palabras encasquilladas…
martes
guau
A gusto
domingo
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